Artistas

Ricardo López Cabrera

Cantillana, 1864 - Sevilla, 1950

  • Recién casados

    c. 1905

Nace en Cantillana (Sevilla) el 24 de septiembre de 1864. Bajo la protección de Francisco Palazuelos se traslada a la capital andaluza para estudiar en la Escuela de Bellas Artes bajo las directrices del maestro Eduardo Cano de la Peña (1823-1897).

En 1887 consigue de la Diputación sevillana una plaza de pensionado en Roma. En ese período formativo, además de estudiar la estética historicista del momento y perfeccionarse en el dibujo de corte académico, va forjando su personalidad artística en caminos diametralmente opuestos, más afines a su sensibilidad popular, definiéndose ya su temática en escenas de corte costumbrista, retrato y paisaje que conformarán la mayor parte de su producción artística. En esos años de pensionado realiza el cuadro Un gladiador victorioso, de diestrísimo dibujo, que conserva el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

De regreso a España en 1892, establece contacto con el gran pintor José Jiménez Aranda (1837-1903), a quien se sentirá verdaderamente unido, no sólo a título personal –ya que entronca familiarmente con él al desposarse en 1895 con su segunda hija– sino también desde el punto de vista artístico, al coincidir sus gustos estéticos y culturales.

Poco apegado a premios y honores, su obra se exhibió, sobre todo al inicio de su carrera, en círculos privados, concurriendo ya más tarde a las Exposiciones Nacionales de 1892 y 1895 con obras de género como El cuento del abuelo –que también fue presentada en la Universal Exhibition de Chicago de 1893– y La nana, con las que consiguió sendas medallas de tercera clase. En la de 1897, con El mercado de Sevilla, de marcado acento costumbrista, ganó una segunda medalla.

A la muerte del pintor Federico Eder en 1906, es nombrado académico de mérito de la Academia de Bellas Artes de Sevilla y profesor de dibujo de su escuela; tarea que desempeñó hasta 1909, en que emprende viaje a la Argentina. Cubierto por la seguridad económica que le produce la docencia en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba (Argentina) y los constantes encargos retratísticos, puede, durante los quince años que duró su estancia en ese país, explayar su creatividad no sólo pictórica sino también musical, componiendo e interpretando magistralmente piezas al violín.

La realización en 1913 de un gran lienzo alegórico de más de ocho metros para el techo del Salón de Grados de la universidad cordobesa y su deterioro irrecuperable a lo largo de la siguiente década, determinó con un rictus de amargura su vuelta a España y así en 1923 regresa a su patria con el empeño de realizar –al estilo de La visión de España de Sorolla para la Hispanic Society de Nueva York– quince trípticos, de marcado carácter etnográfico, sobre las costumbres regionales españolas. Dicho trabajo, concebido por un puro impulso personal y realizado a lo largo de cinco años, se expuso con gran éxito en 1928 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, desmembrándose posteriormente la colección en el mercado artístico catalán.

Apartado totalmente de la pintura en los últimos años de su vida, muere en Sevilla el 7 de enero de 1950. Poco después, su hijo, el conocido crítico de arte Bernardino de Pantorba, le dedicó una biografía.

Ana Gutiérrez