- 01. Naturalezas idealizadas. Siglos XVII y XVIII
- 02. Paisaje norteamericano del siglo XIX
- 03. Entre el romanticismo y el realismo: el paisaje español
- 04. La renovación del paisaje en Francia
- 05. La herencia del impresionismo
Paraísos y paisajes en la Colección Carmen Thyssen de Brueghel a Gauguin
31 de marzo - 7 de octubre de 2012Playa, efecto de tarde, 1902
Óleo sobre lienzo, 54 x 65 cm CTB.1998.73En el otoño de 1891, Cross se instaló en St. Clair, en la costa mediterránea francesa, donde crearía buena parte de su obra. Aquel mismo año se adhirió al neoimpresionismo, aprendido según las lecciones de sus amigos Seurat y Signac. En sus punteados usaba tintas puras pero suaves, mezcladas con blanco, para expresar la decoloración de los tonos bajo la luz intensa del mediodía. Progresivamente iría conquistando su propia variante personal dentro de los métodos comunes del divisionismo.
El conflicto que atormentaba a Cross, según Signac, era el dilema entre las dificultades del natural y la libertad de la imaginación. «La lucha de Cross con la naturaleza era terrible; a cada pincelada, luchando con toda su voluntad contra su primera formación, lanzaba un grito doloroso como si tuviera que levantar una pesada carga. Y a menudo en esta lucha caía vencido, mientras que cuando estaba solo ante su caballete, en plena creación, triunfaba, como lo prueban sus últimas obras cuya libertad y esplendor no han sido nunca superados.»
A partir de 1903, en efecto, los paisajes de Cross de la costa provenzal adquieren colores más irreales y se pueblan de criaturas mitológicas, como ninfas y faunos. Este cuadro, pintado durante el verano de 1902 en los alrededores de St. Clair, se encuentra todavía en un momento de equilibrio entre la fidelidad a la naturaleza y la fantasía decorativa. Las figuras, los desnudos que tantas veces protagonizan los cuadros de Cross, aparecen aquí francamente disminuidas por la presencia del gran árbol que domina la composición. El pino ante el paisaje es un motivo frecuente en Cross, aunque no exclusivo de él. Cézanne pintó al menos dos veces un pino solitario como protagonista de un cuadro; Signac retomó ese tema a menudo, situando sus pinos en la bahía de Saint-Tropez. En fin, el pino reaparece en Matisse: por ejemplo, en sus estudios preliminares para el cuadro Lujo, calma y voluptuosidad, pintados precisamente en la costa de Saint-Tropez en el verano de 1904 en compañía de Signac y Cross y bajo su influencia directa.
Guillermo Solana