La Trinidad en la Tierra
Jerónimo Ezquerra

La Trinidad en la Tierra

s.f.
  • Óleo sobre lienzo

    52 x 41 cm

    CTB.2000.24

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

La Trinidad terrestre está concebida iconográficamente según el modelo de la Trinidad celestial, de la que es reflejo. San Francisco de Sales, en sus Conversaciones Espirituales, escribió: «María, José y el Niño es una Trinidad en la tierra, que en cierta forma representa a la Santísima Trinidad. San José es la imagen de Dios Padre, el Niño es evidentemente el Hijo y la Virgen sustituye al Espíritu Santo, del cual es el templo vivo». A partir del siglo XVII se dio en la pintura con cierta frecuencia la superposición de las dos «trinidades», la celestial y la terrenal. Así sucede en esta composición, en cuya parte inferior aparece la Virgen, con su doble nimbo, el de estrellas y el formado por querubines; san José, que lleva una vara florecida muy semejante a las utilizadas en la pintura de finales del XVII, en especial por Claudio Coello, y, entre ambos, la sonriente figura del Niño que camina entrelazando sus manos con las de sus padres. Sobre este grupo, en el eje central de la composición, sobrevuela la paloma del Espíritu Santo, y junto a ella aparece la imagen de Dios Padre, en medio de un luminoso rompimiento de gloria, bendiciendo con su mano derecha, mientras apoya la izquierda sobre una bola del mundo. Su cabeza presenta un nimbo triangular, que testimonia y acentúa el carácter trino de la representación. Éste es el modelo habitual de superposición de la Trinidad celestial y la terrenal, tema más propio del siglo XVII que del XVIII, ya que es un asunto especialmente vinculado a los planteamientos contrarreformistas, defendidos con tesón y rigor en la producción seicentista pero bastante más relajados en la actividad artística dieciochesca. Semejantes a esta obra, existen varios ejemplos en la pintura madrileña del pleno barroco, en cuadros de Carreño, Herrera Barnuevo y Claudio Coello, y también en la sevillana, donde Murillo logra las imágenes más hermosas. Quizás la influencia más clara que se puede apreciar en esta obra atribuida a Ezquerra es la del cuadro de Claudio Coello perteneciente a la colección de la duquesa de Villahermosa, en Pedrola (Zaragoza), composición a su vez inspirada en una estampa de Bolswert, siguiendo a Rubens, del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, según Sullivan (1989) y Pérez Sánchez (1992).

En este caso, el lienzo original ha sido agrandado, posiblemente para hacer coincidir sus dimensiones con las medidas del resto del conjunto. No obstante, la identidad de modelos y técnica, y la concepción general de la pintura, similar en todas las obras de esta serie, permite suponer la existencia de una sola mano en su ejecución.

Trinidad de Antonio