Desde 1906, en Cataluña se alzaron voces contra lo que se consideraban fuegos de artificio del postmodernismo. En sintonía con las corrientes clasicistas que circulaban por Europa, sobre todo en París, críticos como Eugenio d’Ors abogaron por un arte más contenido y equilibrado, inspirado en las raíces mediterráneas catalanas: nacía así el noucentisme. No se puede hablar de un estilo noucentista unitario, aunque algunos de los referentes comunes fueron Puvis de Chavannes, Aristide Maillol y Paul Cézanne, artista este último recuperado a finales del siglo XIX por pintores franceses como Émile Bernard y Maurice Denis.
Joaquim Sunyer, lejos del noucentisme más historicista, hizo suyos algunos rasgos del arte moderno dentro de un lenguaje muy personal. Tras contemplar la obra de Cézanne, Sunyer se distanció de la pintura nabi y dotó a sus obras de una mayor contención. Buen ejemplo de ello son sus paisajes. Asimismo Sunyer dedicó una parte importante de su obra a la pintura de figuras y, más concretamente, el retrato. Otro importante pintor noucentista de figuras fue el artista y crítico Rafael Benet.