En España, el arte anterior a la Guerra Civil careció de la radicalidad plástica de los «ismos» franceses, pero no faltaron propuestas originales. Las primeras noticias de las vanguardias llegaron en torno a 1909. No obstante, fue a raíz de la Primera Guerra Mundial cuando los intercambios se hicieron más frecuentes, fruto del paso por nuestro país de artistas franceses e hispanoamericanos y del regreso de algunos artistas españoles. Entre estos últimos destaca la figura de Celso Lagar, quien junto a los uruguayos Rafael Barradas y Joaquín Torres-García, ensayó en Barcelona su particular síntesis de los «ismos». También en Madrid, Barradas influyó en la obra temprana de artistas como Salvador Dalí o Moreno Villa.
Ahora bien, los inicios de las vanguardias en España coincidieron temporalmente con el retorno a lenguajes más conservadores en el resto de Europa, en lo que se conoce como el «retorno al orden». Al ejemplo del Picasso clásico, se sumó entonces el de André Derain, Henri Matisse, Pierre Bonnard, Carlo Carrà o Giorgio Morandi. El pintor catalán Josep de Togores fue uno de los primeros españoles en adscribirse a la nueva corriente en tierras francesas. En Barcelona el «retorno al orden» prolongó la vigencia del noucentisme, mientas que en Madrid dio lugar a lo que se conoce como el «Estilo 1925», uno de cuyos mejores representantes fue Benjamín Palencia.
Palencia, Francisco Bores y Pancho Cossío, entre otros, marcharon a París entre los años 1922 y 1926 y allí conformaron lo que se denominó la «Escuela de París». A fines de los años veinte y comienzos de los treinta desarrollaron un tipo de figuración lírica en la que se entremezclan elementos cubistas con la libertad plástica del surrealismo –entonces vigente en la escena francesa–. En el caso de Bores y Cossío, este tipo de pintura pura se prolongaría más allá de los años treinta.