Educación
Programa educativo 2023 – 2024
La cita con la que Zygmunt Bauman encabeza su "Vida Líquida", y a la que vuelve en otras publicaciones, me interpela estos días:
“Cuando patinamos sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad”
Ralph Waldo Emerson, On prudence
Imagino un territorio inhóspito e infinito y ese pánico a morir congelados si paramos, si la velocidad aminora un segundo para coger el mínimo aliento. Con esa alarma lo citaría Bauman para aludir a nuestro mundo líquido, atravesado de incertidumbre y huida.
¿Cómo podemos consolidar un espacio de crecimiento estable que sostenga el peso específico de nuestros cuerpos? ¿Cómo podemos parar y no morir congelados?
Los cuerpos
Pensemos el museo como organismo, como cuerpo, un cuerpo vivo. Un cuerpo hecho de cuerpos. Los cuerpos de quienes lo gestionan y lo visitan, los cuerpos que guardan su seguridad y los de quienes elaboran las propuestas de contenidos. Los cuerpos de quienes mantienen el edificio, los de quienes lo diseñaron y construyeron. Los cuerpos que lo financian y lo representan ante otros cuerpos que hablarán de éste en los medios de comunicación y las redes sociales.
Podría hablar de personas, hablo de personas, pero quisiera subrayar ahora la materialidad de las identidades, la presencia intransferible, el repositorio físico de la vida hecha carne, sentidos y emoción.
Como a cualquier ser vivo, habría que imaginar un museo vulnerable, carente y finito, capaz de somatizar los aconteceres de su entorno y devolverlos en respuestas y acciones sintomáticas de su estado. Un cuerpo fluido, versátil y flexible, que se relaciona y es interdependiente de otros cuerpos diversos, a los que se adhiere y rocía,de los que se alimenta y a los que nutre. [...]Eva Sanguino
Jefa de Educación y Acción Cultural