Artistas

Antonio Cabral Bejarano

Sevilla, 1798 - Sevilla, 1861

  • Una bolera

    1842

Formado en la perpetuación del murillismo sevillano junto a su padre, Joaquín Cabral, estudió también en la Escuela de las Tres Nobles Artes de Sevilla. Su carrera docente en esa misma institución comenzó en 1825, cuando fue nombrado ayudante de Perspectiva. En 1835 se hizo cargo primero de la selección de obras y luego de la conservación y restauración de pinturas del entonces recién creado Museo de Bellas Artes de Sevilla. En 1836 recibió el cargo de académico de mérito por la de San Fernando por su pintura de historia, y a partir de 1850 fue director de la Escuela hispalense y académico en esa misma ciudad. Sus compromisos políticos con la ideología liberal le hicieron disfrutar de un trato favorable de la corona, incluso durante el reinado de Fernando VII, encargándose así de muchas obras vinculadas a ella, como arquitecturas efímeras y decoraciones para numerosas celebraciones públicas de actos reales, así como de los retratos de los monarcas para las instituciones oficiales de la ciudad. También atendió otros encargos locales, como decoraciones de edificios civiles –teatro Principal y teatro Cómico de Sevilla– y religiosos –convento de dominicos de la plaza de la Regina y lienzos del remate del retablo del convento de la Trinidad (en colaboración con su padre)–, y proyectos de cierta envergadura, como la decoración de la capilla del palacio de San Telmo, residencia sevillana de los duques de Montpensier, y varios lienzos religiosos para ornar ese mismo edificio. Asimismo, llevó a cabo algunas decoraciones de asunto colombino para la inauguración del recuperado convento de La Rábida, por iniciativa de estos mismos nobles.

Sin embargo, este artista –verdaderamente fundamental para comprender la pintura hispalense de la primera mitad del siglo antepasado– destacó, por encima de en otros géneros, en sus retratos. La mayoría de ellos son de dibujo duro y gesto concentrado pero inexpresivo, como sucede con la pareja formada por Don Joaquín Pérez de Seoane y Doña Inés Rivero de la Herranz (Sevilla, colección particular); por contra, alcanza un tono romántico más depurado en el que hoy se considera como la obra cumbre de toda su producción, Retrato del marqués de Arco Hermoso y su familia (Sevilla, colección particular), en el que por medio de una composición equilibrada se vinculan jerárquicamente los seis personajes de la familia en torno al noble, vestido de cazador, en el exterior de su hacienda de San José de Buenavista, próxima a Alcalá de Guadaíra.

Pintó, además, escenas de carácter costumbrista con notable habilidad, de las cuales quedan ejemplos de interés, como El patio de Monipodio (Uruguay, Museo de Bellas Artes de Montevideo) pintado en 1847 para el marqués de Los Llanos; Torero y maja (Sevilla, colección particular); o Majo y maja (Sevilla, Palacio de las Dueñas). Ocasionalmente también se dedicó a la ilustración gráfica.

Carlos G. Navarro