Artistas
Diego Valentín Díaz
Valladolid, 1586 - 1660
Este artista vallisoletano desarrolló una larga carrera en su ciudad de origen, donde se convirtió en el más importante pintor del siglo XVII, alcanzado gran reconocimiento y prestigio. Se formó con su padre, el poco conocido pintor Pedro Díaz Minaya, en un estilo aún vinculado al mundo del manierismo tardío, de eco escurialense, para después evolucionar poco hacia un lenguaje algo convencional e idealista de tonos fríos, dentro de las cualidades de la pintura del primer barroco. Su producción fue muy abundante y organizó un importante taller con numerosos oficiales y discípulos, donde se dedicó fundamentalmente a realizar retablos y obras religiosas, y también algunos retratos, cuadros de flores, y, aunque hoy no se conocen, temas de género, vanitas, paisajes y decoraciones murales. También destacó como dorador de retablos y autor de la policromía de esculturas, lo que le permitió tener una estrecha relación con Gregorio Fernández, con quien colaboró frecuentemente. Su fama se diluyó en la siguiente centuria, hasta el punto de no ser citado por Palomino en su texto de biografías de artistas. Su injusto olvido fue corregido por Antonio Ponz e Isidoro Bosarte y, especialmente, a partir de las investigaciones de Martí y Monsó a comienzos del siglo XX y de estudios posteriores.
Fue un hombre piadoso, que tuvo el título de Familiar del Santo Oficio, perteneció a numerosas cofradías locales y mantuvo una muy buena relación con los medios eclesiásticos, retratando a varios obispos de Valladolid, donde fundó un colegio para niñas huérfanas, del que fue patrono desde 1647 hasta su muerte, tras recibir la herencia de unos familiares.
Pintor culto y erudito, mantuvo correspondencia con Francisco Pacheco y conoció a Velázquez, quien fue a visitarle a su ciudad en 1660, poco antes del fallecimiento de ambos. Un año después se hizo el inventario de sus bienes, a través del cual se conoce la importancia de su rica biblioteca. Constaba de más 450 ejemplares de todos los géneros, religiosos, de astronomía, anatomía, tratados artísticos y técnicos, y obras literarias de Tirso de Molina, Lope de Vega, Quevedo y Cervantes, entre otros. También poseía un gran número de estampas, grabados y dibujos, entre los que destacan algunos modelos de Durero, Barocci, Tempesta y Rubens. En el inventario figuran además 260 pinturas, no todas de su mano. La mayoría eran cuadros religiosos, pero también se citan unos floreros, quizás pintados por él, y un retrato suyo, realizado por Juan Carreño de Miranda.
Trinidad de Antonio