Artistas

Eduardo Zamacois y Zabala

Bilbao, 1841 - Madrid, 1871

  • Regreso al convento

    1868

Eduardo Zamacois Zabala nació en Bilbao en el seno de una familia ilustrada el 12 de julio de 1841, poco después, por tanto, del fin de la primera guerra carlista. Su padre fue fundador y director del Colegio de Humanidades de Santiago de Vizcaya, principal centro académico de la ciudad, que cerró sus puertas tras la guerra y que contó, entre otras personalidades, con el magisterio del matemático Alberto Lista. El matrimonio Zamacois tuvo veintitrés hijos, de los cuales muchos descollaron en diversas ramas artísticas y científicas. Ante un temprano despertar de las inquietudes artísticas, el joven Eduardo acudió, en primera instancia, al estudio del pintor madrileño José Balaca, residente por esas fechas en Bilbao.

Posiblemente a causa del cierre del Colegio y de la necesidad de completar los estudios de los hijos, la familia Zamacois se trasladó a Madrid, en cuya Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando ingresó Eduardo. Compañero de estudios de Raimundo de Madrazo, con el que compartirá más adelante experiencias artísticas en París, recibió magisterio del padre de éste, Federico, por aquel entonces director de la Escuela. El joven pintor complementará su formación académica copiando a los maestros clásicos en sus frecuentes visitas al Museo del Prado. Su vocación se afianza sobrepasada ya la mayoría de edad al realizar su primer cuadro importante, titulado La desesperación, que presentó en 1860 a la segunda de las Exposiciones Nacionales y con el que obtuvo su primer éxito.

Por recomendación de su maestro Federico de Madrazo viaja a París en 1861 para completar su formación en contacto con las tendencias y gustos de la moderna burguesía parisina. Más tarde le seguirán su padre y hermanos. En la capital francesa acude junto a Martín Rico a las clases de Charles Gleyre con el fin de preparar el examen de ingreso a la Escuela de Bellas Artes de París, aspiración a la que renunciará más tarde para pasar a la Escuela de Dibujo conocida como la Petite École. Al mismo tiempo entra a formarse en el taller del afamado pintor de género Ernest Meissonier en Poissy, de quien adquirirá los principales rudimentos de la pintura de tableautin para la que estaba plenamente dotado gracias a sus habilidades dibujísticas y a su natural «vis cómica».

Las acuarelas y el encargo realizado por Federico de Madrazo para decorar los aposentos del futuro rey Alfonso XII en el Palacio Real de Madrid, constituyeron sus primeros ingresos, disfrutando más tarde de una pensión concedida por la Diputación de Vizcaya. Sin embargo, habitual en tertulias y reuniones sociales, será su relación con la alta burguesía parisina la que le procure un temprano reconocimiento público, ratificado con el contrato con el marchante Frederick Reitlinger. Asiduo desde 1862 a las Exposiciones Nacionales madrileñas y a los Salones parisinos, su trabajo se ve recompensado pronto por importantes galardones.

En París conoce también, en 1866, al pintor catalán Mariano Fortuny con quien entabla una estrecha relación amistosa; el destino de ambos pintores se verá unido por su predilección por la pintura de género y por su temprana muerte.

Fortuny y, el también español, Eduardo Rosales, ganador de la medalla de oro de la Exposition Universelle de París de 1867 por su célebre cuadro El testamento de Isabel la Católica, animarán a Eduardo Zamacois a viajar a Roma, ciudad en la que ambos residían. Allí se trasladó en 1868 con la intención de realizar un cuadro de historia. Durante este primer viaje pintó El refectorio de los Trinitarios con el que obtuvo un merecido éxito en el Salon de París. Un año más tarde realiza un segundo viaje a Roma acompañado por el coleccionista William Hood Stewart, con el fin de conocer la obra de su amigo Fortuny.

A través de un favorable contrato con el marchante Goupil, Zamacois accedió a un importante mercado de coleccionistas europeos y americanos interesados en sus divertidas escenas cortesanas ambientadas en el Renacimiento y en el Barroco.

El reconocimiento definitivo en la capital francesa lo obtiene con la medalla de oro del Salon de 1870 al que presentó Educación de un príncipe. Sin embargo, la guerra franco-prusiana truncó su ascendente carrera, obligándole a abandonar París y volver a Madrid, adonde llegó en el frío invierno de 1871 coincidiendo con la entrada del rey Amadeo I. Un día después, el 12 de enero, fallece repentinamente a consecuencia de una angina gangrenosa contraída, según recoge el pintor Martín Rico en sus memorias, durante dicha ceremonia. Distinguido con la legión de honor, la Exposition Universelle de París de 1878 le consagra un diploma a título póstumo.

Miguel Zugaza