Artistas
Rafael García Hispaleto
Sevilla, 1832 - París, 1854
Segundo hijo nacido en el seno de una familia compuesta por Antonio García Gallardo, natural de Belalcázar, y la sevillana María Encarnación Martínez Flores, quienes tuvieron seis vástagos: José María, Rafael, Dionisio, Manuel, María Adelaida y Manuel María Antonio.
Rafael, futuro pintor como su hermano Manuel, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la hispalense iglesia colegial del Divino Salvador, en donde también lo fue su madre en 1806, y en la que contrajeron matrimonio sus padres veintitrés años después.
El primer domicilio familiar se estableció en el número cinco de la calle del Rosario, collación de San Pablo-La Magdalena. El cabeza de familia poseía un comercio de efectos extranjeros y coloniales al por mayor, cuyos beneficios proporcionaban a los García Martínez el bienestar o las estrecheces económicas de turno.
Rafael y su hermano Manuel, de vidas paralelas, recibieron su primera formación artística en la hispalense Academia de las Tres Nobles Artes de Santa Isabel. El primero, aparece matriculado con quince años de edad en las clases del natural y del yeso; tenía como profesores a Joaquín Domínguez Bécquer (director de dibujo), Eduardo Cano (clase de principios de dibujo), Salvador Gutiérrez (clase de cabezas y figuras), José María Romero (clase de trozos) y Manuel Barrón; y como compañero a Valeriano Domínguez Bécquer, sobrino del primero citado de este apellido.
Nuestro joven artista denota una manifiesta precocidad, pues con apenas diecisiete años presenta obras en alguna exposición local, decantándose por el retrato, género en el que pronto destacaría. Tanto es así, que en 1853 retrató a las infantas María Josefa y María Isabel de Borbón, hermanas del rey consorte Francisco de Asís (Reales Alcázares de Sevilla). Por entonces, Rafael ya utilizaba orgullosamente el gentilicio «Hispaleto», para distinguirse de otros artistas coincidentes en apellidos. Desde entonces, su fama como pintor de retrato y otros géneros se acrecentó en las sociedades sevillana y madrileña, en esta última desde que se instaló en la Villa y Corte a mitad de siglo y gracias a la protección que su compatriota Antonio María Esquivel dispensaba a los andaluces llegados como él a la capital de España. Allí conoció al marqués de Salamanca, quien, por consejo de Federico de Madrazo, le compró el cuadro Quevedo leyendo una de sus producciones, y le proporcionó una beca para instalarse en París. Aquí permaneció muy poco, el tiempo que le quedaba de vida y en circunstancias penosas dados los acontecimientos que le rodearon: en España su protector se arruinó y en París se declaró una epidemia de cólera que se cobró cientos de víctimas, entre ellas el propio Rafael, quien a la sazón contaba veintidós años de edad.
Gerardo Pérez Calero