Artistas

Vicente Palmaroli

Madrid, 1834 - Madrid, 1896

  • Días de verano

    c. 1885
  • Al escondite

    s.f.

Hijo del pintor y grabador de origen italiano Gaetano Palmaroli (1801-1853), se formó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid desde 1848. En 1857 viajó a Roma con la protección del rey consorte Francisco de Asís, junto a sus amigos los pintores Eduardo Rosales (1836-1873) y Luis Álvarez Catalá (1836-1901). Para el rey pintó una de sus primeras obras de composición bajo los atentos parámetros del purismo académico, una espectacular Sacra Conversazione (Aranjuez, Real Convento de San Pascual) que obtuvo en la Nacional de 1862 una segunda medalla. Pero en ese certamen Palmaroli presentó también un estudio de figura, Pascuccia (colección particular), por el que recibió una primera medalla, delatando con ello el interés secundario que la pintura de historia tendría en adelante para él. No obstante, cosecharía dos brillantes primeros galardones más en ese género con dos pinturas singulares, en 1866 con su Sermón en la capilla Sixtina (Salamanca, colección Cajaduero) y en 1871 con Los enterramientos de la Moncloa (Madrid, Ayuntamiento), que explican bien la versátil y rica asimilación del lenguaje histórico por su parte, muy sensible al cosmopolitismo en torno al que giró toda su carrera.

A partir de 1873 Palmaroli de nuevo abandonó España para instalarse en París, siguiendo la brillante estela de éxito de Mariano Fortuny (véase). En contacto directo con el mercado internacional de la capital francesa, se dedicó sobre todo a la pintura de género directamente deudora del maestro catalán, en pequeño o mediano formato, con la que cosechó un notorio éxito comercial y a la que consagró buena parte de su carrera. Para ello desarrolló una enorme adaptabilidad de su propio lenguaje artístico, interesándose sobre todo por escenas anecdóticas de ambientación histórica. También durante algunos de sus veraneos en las playas de Trouville (Francia), a partir de esa misma década, se ocupó de escenas inspiradas en la exclusiva realidad que le rodeaba, reflejo de una vida social sofisticada y elegante. No sería hasta diez años más tarde, cuando se trasladó a Roma como director de la Academia de España, cuando Palmaroli desarrolló escenas de mayor sinceridad, como las dedicadas a las bailarinas del teatro de Tor di Nona, que realizó mientras pintaba todavía otras composiciones ambientadas en la Antigüedad grecolatina. En 1889 fue nombrado presidente de la Asociación Artística Internacional de Roma, debido al enorme prestigio de su activa gestión al frente de la Academia y al peso de su influencia personal en los distintos escenarios internacionales del arte.

De vuelta en Madrid en 1893 fue nombrado subdirector del Museo del Prado y luego director en 1895, sucediendo a su maestro Federico de Madrazo (1815-1894) en el cargo. Se encontraba al frente de la institución cuando falleció de un ataque de hemiplejía.

Carlos G. Navarro