Julio González
Máscara austera
1940-
Lápiz conté, tinta a pluma y aguatinta sobre papel
26,3 x 18,5 cm
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Museu Nacional d’Art de Catalunya. Donación de Roberta González, 1972
Como piezas recortadas de metal o en pinturas y dibujos de formas geométricas planas y ensambladas en las que resuena el eco del cubismo, las máscaras forman parte de la iconografía personal del escultor Julio González (1876-1942) desde los años diez. Tras una primera etapa como pintor, González comienza a dedicarse a la escultura a partir de 1927-1929 estimulado por su amigo Picasso. Artista experimental y gran maestro de la escultura en hierro del siglo XX, sus piezas conjugan formas y vacío, como «dibujos en el espacio». Los cortes del metal de sus esculturas se traducen en el papel en potentes líneas que, como aquí, reducen la figura a sus rasgos esenciales, en una esquematización que aspira a la universalidad y que se inspira en el sintetismo y la expresividad de las máscaras primitivas. El «descubrimiento» del arte de culturas no europeas como la africana o la oceánica por parte de los artistas de vanguardia informó una experimentación formal con el rostro, convertido en tótem frontal, hierático, inescrutable e imponente, reflejo de una identidad moderna en crisis, cuya apariencia podía ser sustituida, sin extrañeza, por la de una máscara sin nadie detrás.