Bernardo Ferrándiz Bádenes
Caridad y Amor de Dios
1871-
Óleo sobre tabla
24 x 33 cm
CTB.1995.145
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Ferrándiz tuvo la costumbre de fotografiar sus obras y confeccionar un álbum, en el que en muchas de las fotos hacía anotaciones referentes a los cuadros.
En dicho cuaderno, hoy conservado en el archivo González Martí de Valencia, encontramos la curiosa anotación hecha sobre la fotografía de la obra de referencia: «Pintado en 1871 y adquirido por Goupil. Es tal vez lo menos malo que he pintado como color».
Se trata de una pequeña tabla pintada en Málaga a los dos años de su llegada a esta ciudad y ambientada en el malagueño entorno de la antigua fuente de Olletas (construida en 1788 y sustituida a mediados del siglo XX), si bien la joven que se acerca a besar la mano al sacerdote viste una indumentaria propia de su Valencia natal.
Ferrándiz aprovecha la luz, probablemente malagueña, para trabajar una superficie en función de la riqueza del color, que se presenta muy vivo al recoger la luz ambiental, resultado que satisfizo al artista como se comprueba en su comentario.
Pese a esa voluntad por ser veraz y registrar fielmente el natural, la composición se ciñe a estructuras académicas, situando al protagonista del relato, el cura, en el centro de la composición y dentro de un esquema piramidal como asociación al concepto de lo excelso en referencia a su rango religioso, después, la escena se completa con un hito arquitectónico, la fuente, en primer plano y con un gran protagonismo, y a la izquierda una arquitectura rural y un personaje popular.
Sin duda, son las manchas de color de una paleta rica y bien dispuesta las que estructuren verdaderamente la superficie pictórica, le den vitalidad y hagan de esta pequeña obra, sin muchas pretensiones, un ejemplo del buen hacer del pintor.
Ferrándiz, sometido bajo contrato a marchantes como Goupil o Baron, se veía obligado a realizar obras por encargo destinadas a coleccionistas que solían exigir temas, personajes y ambientaciones, por lo que abundan en su catálogo este tipo de composiciones, normalmente en formatos pequeños.
Cuando realiza este cuadro había visitado a Fortuny en Granada y posteriormente viajado con él a Marruecos, estas circunstancias se aprecian en la obra por la influencia del maestro catalán que conducía su obra, y la de sus seguidores o admiradores como era Ferrándiz, al captar con fidelidad las variaciones lumínicas y emplear los blancos en las mezclas para aumentar la luminosidad de los efectos cromáticos.
Sin embargo, Ferrándiz no fue un fortunysta más, su apretada pincelada no era referencia del preciosismo sino de un academicismo de fuerte vínculo clasicista que aprendió de sus maestros en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y que no abandona en toda su carrera.
Sí sigue al de Reus en el gusto por escenas amables y supuestamente sacadas de la cotidianeidad, pero nunca se traslada al siglo XVIII ni hace de Goya su modelo de referencia. Se mantienen los usos y costumbres de su Valencia natal y son escasísimas las composiciones que ambienta en otros lugares. De sus diecisiete años malagueños apenas tres o cuatro temas están inspirados en costumbres andaluzas o locales.
Antes de mandar Caridad y Amor de Dios a París, a Goupil, la expuso en la tienda de abanicos que había en calle Granada, frente al convento de El Ángel, como recoge el diario El Avisador Malagueño en su número del 21 de noviembre de 1871, procedimiento habitual entre los pintores para publicitar sus obras y en el caso de Ferrándiz, y debido al respeto que se le tenía en Málaga, para difundir ese modelo del eclecticismo basado en Fortuny que él se empeñó en implantar en Málaga.
Sin duda el ejemplo cundió porque en los catálogos de pintores malagueños se hizo un tema frecuente recurrir a escenas ambientadas en torno a una fuente. Recordemos la local Fuente de Reding que fue objeto de atención de Guillermo Gómez Gil, Moreno Carbonero o Murillo Carreras, fuente que constituye un icono del mobiliario urbano malagueño por las posibilidades de desarrollar un tipismo local como testimonio de los progresos urbanísticos o sociales de la ciudad.
Como la fuente de Ferrándiz, la estructura cuadrada y el amplio brocal, en perspectiva, marca unos ejes en donde se distribuyen las figuras y posibilita una narrativa en clave de la costumbre, como esta parada de un cura de Ferrándiz que literaturiza en el título: Caridad y Amor de Dios, dosis de contenido ejemplarizante para cubrir las necesidades de contenido de la pintura ecléctica y comercial.
Teresa Sauret Guerrero