Nazareno
Niccolò Frangipane

Nazareno

1574
  • Óleo sobre lienzo

    40,5 x 40,5 cm

    CTB.2000.43

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Este cuadro, inédito hasta hace poco tiempo, es una de las pocas obras del pintor Niccolò Frangipane que se encuentra fechada y firmada. El artista no utilizaba siempre la misma firma, ya que el David en meditación ante la cabeza de Goliat del Museo Civico de Padua, aparece la inscripción «Ni.F.P.D».

El tema de Cristo caminando con la cruz a cuestas por la calle de la Amargura hacia el Gólgota es el más frecuente en la producción conocida de Frangipane. Se conservan nueve versiones de este asunto, con algunas variantes compositivas, ya que existen dos ejemplos en los que la escena se representa con figuras de cuerpo entero –uno en la Capelleta di Santo Gesù de Gandino y otro en la sacristía de la iglesia de Santa Margherita en Brusaporto, Bérgamo–, mientras que en los restantes cuadros Cristo aparece de medio cuerpo, acompañado por algunas figuras, como sayones, la Magdalena o la Verónica. Así sucede en la obra de la Galleria Doria-Pamphilj de Roma, aunque el ejemplo más cercano en el tiempo al que ahora nos ocupa es el Cristo con la cruz a cuestas de la Scuola de San Rocco de Venecia, obra procedente de la iglesia de San Rocco que fue atribuida en 1550 a Giorgione por Vasari, aunque en la segunda edición de las Vidas (1568) la citó como obra de Tiziano. Ésta fue una pintura muy conocida en su tiempo, objeto de gran devoción al serle atribuidos milagrosos poderes, por lo que muchos artistas se inspiraron en ella a lo largo del siglo XVI.

En esta ocasión podemos considerar que Frangipane se inspira en este concepto compositivo, aunque se aleja del matiz narrativo del tema al preferir concentrar la representación en la imagen aislada de Cristo, acentuando así el sentimiento trágico del momento. La figura aparece de frente y concebida como un busto, con la cabeza coronada de espinas y ligeramente inclinada hacia su izquierda, vestida con túnica roja que deja ver brevemente el borde de un ropaje interior blanco y con una cuerda anudada sobre su pecho. Numerosas gotas de sudor y de sangre surcan el doliente rostro de Jesús, quien con su mano derecha sostiene la cruz, de la cual sólo se aprecia un fragmento vertical. El Nazareno –o Cristo con la cruz a cuestas o Portacroce– es una imagen tradicional de devoción, cuya iconografía se remonta al arte paleocristiano. Aunque en sus orígenes más remotos se daba al tema un sentido fundamentalmente simbólico, y la cruz, más que un instrumento de martirio, era el símbolo del triunfo del Redentor sobre la muerte, a partir del siglo XIII se empezaron a destacar los aspectos narrativos y dramáticos de la escena. Esta última interpretación sufrió un espectacular incremento en la segunda mitad del siglo XVI, debido a la voluntad de la Contrarreforma de utilizar las imágenes como un medio para influir en el ánimo de los fieles. Sebastiano del Piombo y Tiziano, en Italia, y Luis de Morales y El Greco, en España, fueron algunos de los pintores que llevaron a cabo obras de este tipo, evidencia del éxito de los temas pasionales. En esta ocasión Frangipane hace emerger la efigie de un oscuro fondo, con lo que acentúa el dramatismo y la sensación de soledad de la figura, y a la vez renuncia a la definición de un espacio físico determinado, puesto que no pretende narrar el hecho bíblico sino llevar a cabo una representación de carácter devocional. El artista pone un especial énfasis en expresar tanto el sufrimiento físico como el psíquico de Cristo. De ahí el gran interés que demuestra en la minuciosa descripción de la pesada corona y sus afiladas espinas y en la representación de la sangre que gotea por el rostro y el cuerpo de Jesús, a lo que añade un especial protagonismo de sus enrojecidos ojos, que, llenos de lágrimas, expresan un intenso dolor y una callada entrega y resignación ante el sacrificio. En la concepción de ese cuadro Frangipane, más que a los nazarenos de Giorgione y Tiziano, se acerca a ejemplos del Piombo, como los del Museo del Prado o el Museo del Hermitage, aunque trata el tema con mayor realismo que dichos pintores italianos o El Greco, probablemente porque en su ejecución se aprecia la influencia de modelos nórdicos, al igual que sucede en los cuadros de Morales. Del ámbito estético del mundo flamenco dependen la precisa pincelada y la minuciosa plasmación de las calidades, desde la rígida dureza de la corona hasta la suave brillantez de los rizosos cabellos. No obstante, la intensidad cromática del rojo manto y el protagonismo de la luz, en especial en el tratamiento del rostro de Cristo, acercan la pintura al mundo veneciano en el que se formó el artista.

Trinidad de Antonio