Guillermo Gómez Gil
Paisaje asturiano
1902-
Óleo sobre lienzo
182 x 340 cm
CTB.2015.103
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Seguramente fue durante sus años de residencia en Madrid, entre 1890 y 1910, cuando el pintor malagueño Guillermo Gómez Gil tuvo sus primeros contactos con el paisaje asturiano, que será protagonista de varias obras a lo largo de su prolífica trayectoria artística. A ese período madrileño pertenece este lienzo, firmado en 1902 y resultado, sin duda, de una estancia del pintor en Asturias, como sugieren a simple vista el propio paisaje, la luz y la atmósfera, y confirma el hórreo del fondo, construcción típica de la arquitectura tradicional asturiana, junto con la casa «mariñana» –de la «mariña», las zonas próximas a la costa– que se divisa un poco más allá. Quizá sus relaciones en Madrid con pintores asturianos o conocedores de la región estimularon su contacto con aquellas tierras, que se repitió en varias ocasiones.
En los últimos años han comparecido en subastas varios cuadros de Gómez Gil con paisajes norteños, marinas y de montaña, que bien pueden ser asturianos, y otros identificados claramente como tales: caso de algunas vistas de los Picos de Europa o de la costa en Villaviciosa. Las fechas de estas obras son diversas, lo que permite suponer, en efecto, que el malagueño viajó en varias ocasiones a tierras asturianas, cuyos paisajes, tanto de interior como de costa, debieron de fascinarle o cuando menos interesarle lo suficiente para querer explorar con cierta asiduidad la luz del norte, tan distinta a la del sur natal del pintor, y que atrajo a numerosos artistas contemporáneos. Por citar solo un ejemplo, en el verano de 1902, año de nuestra obra, Joaquín Sorolla visita el occidente asturiano, en su primera estancia en la región, y realiza numerosas notas de color y algún lienzo. Por lo que hemos localizado hasta el momento, Gómez Gil debió de acercarse sobre todo a la zona de los Picos de Europa y a la parte oriental de Asturias, aunque quizá también visitó el occidente, donde a finales del XIX se había reunido una colonia artística, dedicada a la pintura del natural durante los período estivales, la Colonia de Muros, fundada por Casto Plasencia y cuyo espíritu mantuvo, una vez desaparecida, el pintor asturiano Tomás García Sampedro, a quien Sorolla, que había sido condiscípulo suyo en Roma, visitó en su soggiorno de 1902.
Los tamaños de los lienzos asturianos conocidos son variados, pero algunos, por sus pequeñas dimensiones, podrían ser apuntes tomados directamente del natural durante sus viajes, con los que posteriormente compondría obras de mayor formato en su estudio.
Ése sería el caso de este lienzo, resultado seguramente de numerosos apuntes y bocetos previos que le permitieron estudiar la cambiante y mortecina luz de los frecuentes días grises asturianos, los verdes de sus campos y vegetación y tomar notas de la arquitectura local. Con ellos compondría esta escena, en la que las únicas figuras, una pareja de niños sentados en el cierre de piedra de una finca, sirven de foco de atención dentro de una gran vista panorámica, trabajada en varios planos de profundidad, desde el viejo castaño del primer término, hasta la casa y las lejanas montañas, y ejecutada con factura suelta, pero ligera, sin apenas empastes.
Con sus obras de temática asturiana, como este paisaje de 1902, Gómez Gil se sumó a la nutrida nómina de pintores que se sintieron atraídos por las bellezas naturales de Asturias y exploraron su luz, siempre cambiante, su atmósfera húmeda y los colores intensos de sus campos y tierras, y entre los que se cuentan ejemplos tan insignes como Genaro Pérez Villaamil, Carlos de Haes, Aureliano de Beruete, Antonio Muñoz Degrain, Cecilio Pla, etc.
Bárbara García Menéndez