Manuel García Rodríguez
Sanlúcar de Barrameda
s.f.-
Óleo sobre lienzo
33 x 49 cm
CTB.1995.146
-
© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Ya en los años finales del siglo XIX los comentarios de la crítica del momento confirmaban a García Rodríguez como un artista cultivador del paisaje de composición, con intencionados encuadres pintorescos adornados con grupos de tipos que animan y hacen más dinámicas las composiciones, siempre ejecutadas con tacto y detalle, y de notable demanda en los ambientes burgueses; de ahí la frecuencia de García Rodríguez en los mercados no sólo de Madrid y Barcelona, ciudades que frecuentaría, sino también en el extranjero.
Este evocador lienzo de pequeño formato resulta característico de la producción realizada por Manuel García Rodríguez en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, lugar especialmente visitado en época estival por pintores y veraneantes, emblemático de los pioneros veraneos y baños de mar, y un lugar de especial predilección para la entonces incipiente mentalidad salutífera. Al igual que otros pintores del contexto sevillano como González Santos, López Cabrera o algo más tarde Santiago Martínez, también sugestionados por el luminismo, la presencia de García Rodríguez en Sanlúcar se hará más evidente, en gran parte debido a la posibilidad de comunicación que brindaba el ramal del ferrocarril costero que enlazaba con las localidades de Chipiona, Rota y el Puerto de Santa María.
La pintura recoge un encuadre entre elocuente y pintoresco, sin duda visto del natural pero luego estratégicamente recompuesto en el estudio para enfatizar el argumento de la mirada de la figura femenina proyectada sobre el horizonte que se pierde en la contemplación del mar con los veleros. A la derecha, bajo un tronco y a la sombra, descansan dos borricos con aperos tradicionales, junto a una casa de labor campesina de la que destaca la luminosidad de sus blancas paredes de cal, con un horno exterior coronado de cúpula, al modo de los tradicionales morabitos del norte de África. La escena se proyecta desde la altura en la que se ubica la figura principal hacia la costa, entre el follaje iluminado de arboledas y caseríos que ha de situarse en los alrededores de Sanlúcar, donde el pintor tuvo una residencia veraniega por nombre «La Marquesita», o bien pudiera tratarse de otro enclave de los recreos del camino a Bonanza.
La pintura transmite el sabor de los veranos antiguos, con aromas de costa en convivencia con la vida rural tradicional, valores y efectos de luces y la sensación de plenitud solar y de espacios mediterráneos, propios de una sensibilidad poética luego desarrollada más explícitamente por nuevas generaciones de artistas andaluces.
Juan Fernández Lacomba