Eugenio Lucas Villaamil
Baile en palacio
1894-
Óleo sobre lienzo
55 x 110 cm
CTB.1995.159
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Entre las muy variadas –y en ocasiones casi contrapuestas– facetas pictóricas de Eugenio Lucas Villaamil, ocupan un destacado lugar sus escenas de «casacón», ambientadas en los más recargados salones palaciegos rococó, y que sirvieron al gusto de una clientela burguesa adinerada hasta los mismos albores del siglo XX, a pesar de que era género en absoluta decadencia en toda Europa desde hacía muchos años. En ellos, Lucas despliega toda la fastuosidad de las arquitecturas monumentales, los lujosos ornamentos y la riqueza colorista de las indumentarias para lograr una espectacularidad casi apabullante de indiscutible atractivo por sus valores decorativos, que salvan en muchas ocasiones los descuidos técnicos habituales en este artista.
En esta ocasión, y resueltas en su composición a modo de pendant, el artista representa dos escenas cortesanas que tienen lugar en el transcurso de una gala palaciega que quiere estar ambientada en el reinado de Carlos IV.
Así, en el primer lienzo aparecen, dispuestos en un abierto semicírculo, un grupo de asistentes a la velada, que atienden las evoluciones de dos parejas bailando el rondó, a los compases del clave visible en el extremo derecho. Al fondo, en el centro de la sala, se adivinan las figuras de los anfitriones, flanqueados por un obispo y un cardenal. En el lienzo compañero, y en disposición contraria, los invitados atienden las evoluciones que ejecuta un ilusionista junto a su ayudante, pudiéndose ver por el suelo varios naipes y otros instrumentos de su oficio.
Sumidas ambas escenas en la intensa penumbra del interior palaciego, en la que destacan vivamente las figuras, Lucas Villaamil resalta así toda la brillantez de los trajes que lucen los personajes, de vivísimo colorido y lujoso diseño, que acaparan irremediablemente la atención del espectador. En efecto, los bordados de las casacas, los reflejos de los rasos y los detalles ornamentales del mobiliario están descritos con singular primor, en contraste con la factura mucho más deshecha y abreviada de alfombras y arquitecturas. Por otra parte, el artista no duda en caer en evidentes anacronismos de modas y uniformes –incluyendo además en fiesta de tan elevado rango a un chispero y una manola, para insistir así en el populismo proverbial de la aristocracia española durante la época goyesca–, para incorporar en ella la mayor cantidad posible de focos de atención y subrayar de este modo los valores decorativos y anecdóticos de ambas escenas, que resuelve no obstante con un gran sentido escenográfico del espacio.
José Luis Díez