Artistas
Eugenio Lucas Villaamil
Madrid, 1858 - Madrid, 1918
Nacido en Madrid el 14 de enero de 1858, fruto de la relación entre el pintor Eugenio Lucas Velázquez y Francisca Villaamil, la biografía de Eugenio Lucas Villaamil –también conocido como Lucas «hijo»– ha tenido hasta hace unos años perfiles casi tan poco definidos como los de su pintura.
Tras iniciar su formación artística durante su niñez en el taller paterno, continuó sus estudios en la Escuela Especial de Pintura de Madrid, llegando a participar en tres ocasiones en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. Así, en 1876, presentó dos obras: Italianas y Mendigo; en 1881 un pequeño cuadrito titulado Galanterías en el siglo XVIII y en 1884 la acuarela Después de la fiesta. Dibujo de Serra y el óleo Cuestión de honor, plasmándose ya en estos títulos la predilección de Lucas Villaamil por los cuadros de tipos, escenas de género y «casacón» ambientadas en el siglo XVIII; temas que ocuparían buena parte de su producción madura. Hábil copista de algunas de las pinturas de Goya que guarda el Prado, llegó a ser protegido del conocido coleccionista José Lázaro Galdiano, realizando para él varias pinturas murales para decorar su hotel de la calle Serrano –hoy convertido en el museo que lleva su nombre–; entre otras, la que representa a Goya rodeado de sus modelos.
Pintor de estilo extraordinariamente versátil, consiguió suplir sus discretas dotes artísticas con una indiscutible fecundidad creativa, especialmente atractiva en sus estampas del Madrid goyesco, resueltas con gran habilidad compositiva y alegría de color, con las que logró cierto éxito entre un tipo de clientela media, que le permitió sobrevivir, aunque nunca consiguiera introducirse en los grandes círculos artísticos públicos y oficiales de su tiempo, falleciendo en Madrid el 23 de enero de 1918.
La figura de Eugenio Lucas Villaamil se ha mantenido siempre a la sombra de su padre, en cuyas imitaciones, torpes y reiterativas, dejó lo peor de su arte, provocando a pesar de ello hasta nuestros días continuas confusiones de atribución, fomentadas a veces por oscuros intereses de mercado que en nada han favorecido la valoración estricta y objetiva de su personalidad.
José Luis Díez