Evaristo Valle
Desnudo II
c. 1945-
Óleo sobre lienzo
50 x 66 cm
CTB.1998.109
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Evaristo Valle fue un artista versátil que cultivó todo tipo de técnicas y géneros, siendo uno de los creadores más personales del panorama artístico del fin de siglo español. Un modernista en toda regla, de formación casi autodidacta que derivó hacia un arte en el que lirismo y expresionismo van de la mano. La circunstancia económica familiar obligó a Valle, siendo casi un adolescente, a emplearse en diversos oficios después del tránsito escolar, para terminar trabajando en una casa litográfica por acercarse más a la pintura. Esta formación como litógrafo y sus trabajos para ilustraciones gráficas realizados en París en torno a 1900 influyen de manera decisiva en la concreción de su mirada. A pesar de las crisis de agorafobia que sufrió a lo largo de su vida, el pintor asturiano ofrece una visión vitalista y risueña no exenta de melancolía, en la que el componente de origen caricaturesco e irónico es decisivo.
A su modo, Valle se inserta en esa tradición goyesca moderna en la que también se encuentran Picasso o Gutiérrez Solana. Quizá convenga recordar que Valle se aproxima muy tempranamente a cierto surrealismo por el componente onírico de obras como La muerte del poeta (1904) o Emigrantes (1911). Y que técnicamente asume tratamientos pictóricos vanguardistas lindantes con el simbolismo de Redon y el expresionismo (Tipos de mar, c. 1950). Se apuntaba que Valle es un tanto goyesco, pero también es quizás el más gaugueniano de los pintores españoles en la manera y sentimiento de expresar la relación de las figuras con la naturaleza y el valor expresivo y decorativo de la misma. «Como Gauguin, con quien tiene tantos puntos en común, Valle desdeñaba copiar del natural porque aspiraba a una síntesis mental de la visión», destacó Lafuente Ferrari, apuntando también ciertas afinidades con Cézanne en la combinación de manchas y subrayados.
Valle es un gran observador de cuanto lo rodea, pero lo procesa de un modo poético. La relación con su tierra fue también muy peculiar pues amó lo local con un espíritu universalista. Es en los lienzos donde mejor se refleja el amor por los tipos y paisajes asturianos, aunque es más un marco geográfico. Un paisaje inconfundible, suave y difuminado, nada descriptivo, que envuelve a veces a sus escenas en una especie de ensoñación. Tal podríamos decir de estos dos desnudos realizados en la última época del pintor.
Formando pareja, ambos óleos presentan idénticas dimensiones y participan de unas constantes que se acentúan en la última etapa de su trayectoria: un pronunciado tono ingenuista o naïf, a través del cual las escenas pierden en este caso su seriedad clásica y semejan el producto de un sueño donde cada elemento acrecienta el humor y la ironía. Ambas ninfas o venus aparecen recostadas en medio de una fantástica naturaleza de carácter onírico; un exuberante paisaje de tonalidades verdes, con troncos de árboles retorcidos, que le confieren a la vez un carácter decorativo, sensual e idílico. Una de las jóvenes aparece con actitud de «Venus púdica» recostada sobre una tela azul, la otra dormida sobre un lienzo blanco, mientras estalla la floración primaveral y los amorcillos, cual insectos del bosque, revolotean en derredor libando y buscando las flores más hermosas tal vez con el propósito de ofrendarlas a la diosa.
Al igual que algunas de las venus con más impacto en la historia del arte (Praxíteles, Tiziano, Giorgione), no olvidan cubrir con sus manos sexo y pechos en un gesto de recato que las aleja de otras deidades lascivas, pese a la coartada mitológica (Cabanel), o de otros cuerpos «desvestidos» de carácter más directo (Goya). El rechazo de cualquier atisbo naturalista y la invención y tonalidades pastel de esos espacios arcádicos nos remiten a la atmósfera surreal de cuento de hadas en la que todo es posible; basta que uno de los cupidos lance unos dardos encendidos de pasión turbadora para que todo cambie.
Por unas fechas próximas había realizado también a Adán y Eva desnudos en un paraíso vegetal similar (Museo de Bellas Artes de Asturias). En el conjunto de sus desnudos, más que la sensualidad se impone el sentido del humor y la gracia a través de una cierta caricaturización y de una voluntad naif desmitificadora.
La obra de Valle no pierde coherencia en sus últimas décadas, desde 1937 hasta su muerte su espíritu creador y refinamiento estético se mantienen al margen de toda decadencia y estas dos obras realmente lo certifican a pesar de que se trata de un período difícil de su vida.
Francisco Javier Pérez Rojas