Francisco Iturrino
Dos Gitanas
c. 1901-1903-
Óleo sobre lienzo
180 x 129 cm
CTB.1996.51
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Este cuadro aborda una temática recurrente en toda la obra de Iturrino y que se inscribe en la representación del mundo andaluz. Data de la época de los primeros contactos del artista con el sur. La escena representa a dos gitanas de pie en un jardín, ofreciéndose en pose de charla a los pinceles del pintor. Sobre un fondo que se divide en dos planos, siguiendo esquemas compositivos y la tonalidad cromática de Cézanne, destacan las figuras de dos mujeres bañadas en la luminosidad del deslumbrante sol del cielo andaluz y que estalla en el colorido denso de los vestidos. A través de sus colores, amarillo, violeta, naranja y el negro del pelo adornado por el rojo de una flor, Iturrino transmite su emoción y circunda las mujeres de un áurea que trasciende al realismo.
Desde el romanticismo la búsqueda del sur constituye un leitmotiv dentro de la pintura europea. Los temas orientales, fuente de inspiración para los pintores románticos, fueron retomados repetidamente por una serie de artistas de generaciones posteriores, desde los impresionistas hasta Picasso. Al margen de las particularidades temáticas, fue el encuentro con la luz y el color de Oriente lo que influyó de forma decisiva en los artistas.
Para Francisco Iturrino, «Oriente» empezó en Andalucía y representó para él un paraíso privado en su búsqueda del exotismo. Al igual que Zuloaga –con el que Iturrino coincide en Sevilla en 1902– se quedó «enormemente seducido por su vida pintoresca, por su bohemia de muy otro signo que la de París, una auténtica bohemia en la que entran gitanas, romerías, guitarras, fiestas de toros y amores pasajeros y alocados». Pero, como apunta Enrique Lafuente Ferrari, «mientras Zuloaga adopta en sus modelos una actitud menos pura, más cargada de prejuicios interpretativos y los traduce, además, a una paleta oscura, lastrada de resonancias museales, sin exaltación colorista, Iturrino se entrega al motivo con ímpetu violento y purísimo, desentendido de toda literatura, apasionado por el color, con instinto poderoso, y se expresa con una paleta de claridad deslumbradora».
En Dos gitanas se puede apreciar un paralelismo con Zuloaga en cuanto a la temática y la formulación compositiva, que remite a las imágenes estáticas de sus cuadros. Iturrino, sin embargo, absorbe y reproduce el espectáculo del mundo andaluz, plasmando la vivacidad de las escenas, su lado bohemio, exótico. No busca la representación de lo anecdótico de la escena sino que crea un espacio coloreado y luminoso en el que encierra la magia del instante.
Petra Joos