Gustavo Bacarisas
Feria
s.f.-
Óleo sobre lienzo
80 x 100 cm
CTB.1995.100
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Uno de los rasgos que mejor definen a Gustavo Bacarisas es el carácter cosmopolita que presidió su existencia, así como su diversidad creativa en todos los géneros, bien sea la pintura –de caballete o mural– o la realización de diseños para cerámica y cartel, sin olvidar su fecunda labor como escenógrafo. Si exceptuamos su etapa infantil y adolescente donde reside en Gibraltar, lugar de su nacimiento, su longeva vida fue un continuo tránsito por Europa y América, una experiencia esencial que le puso en contacto con las corrientes pictóricas más innovadoras, que él supo sintetizar en un lenguaje personal al servicio de toda clase de temas abordados con gran eficacia y sensibilidad.
Tras haber asimilado el impresionismo, su obra se refuerza con un sólido dibujo y una estética modernista, que constituyen su más claro referente estilístico para evolucionar hacia un postimpresionismo de gran potencia cromática y lumínica. Aunque la estancia de Bacarisas en Andalucía fue intermitente hasta su ubicación definitiva en 1945, el artista gibraltareño supo plasmar magistralmente todas las constantes culturales que caracterizan esta hermosa región. De este modo, la luz, el color, sus gentes, paisajes y costumbres fueron fuentes de inspiración repetidas, enraizándose con el sentir y espíritu profundo de lo andaluz.
En este sentido, un tema tan emblemático como son las ferias y romerías, de tanta tradición en la pintura costumbrista andaluza desde mediados del siglo XIX, vuelve a tener presencia a través de los pinceles de Bacarisas. En su numerosa producción, Bacarisas interpretó en varias ocasiones el tema de la feria, siendo probablemente una de sus mejores versiones la existente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, obra que lleva el título explícito de Sevilla en fiestas (1915), en la que recoge el evento lúdico y popular en todo su esplendor cromático y decorativo tan caro al quehacer del maestro, con sus características gamas de colores malvas, rojos, verdes, amarillos, aquí en una escena nocturna.
En el caso de Feria, el registro estilístico y contextual –empezando porque la acción es diurna– es diferente. Así, nos encontramos con una composición de factura postimpresionista de pincelada enérgica y suelta, en la que se construye mediante el color personajes y ambientes, disponiendo un foco central de luz, quedando los extremos en sombra. Desde el punto de vista argumental, se trata de una feria en la que el pintor sabe captar con acierto el ambiente distendido y alegre de la fiesta, describiendo en un primer plano a un grupo de personas sentadas acompañadas por otras de pie bajo una carpa, carpa que a su vez sirve de cobijo a una carreta vista por detrás; al fondo, y perfectamente iluminadas, se observan diferentes casetas con banderolas. Los toques de vivo color blanco en alguno de los atuendos de los personajes ofrecen un armonioso contraste, acentuando el carácter de instantaneidad del momento. Con Feria, Bacarisas se inscribe dentro de la tradición iconográfica costumbrista en su vertiente popular, contribuyendo a fijar unas señas de identidad, una imagen de expansión y divertimento de su gente, cuya vigencia ha sabido perpetuarse hasta la actualidad.
Fernando Martín Martín