La Lectura (Aline Masson)
Raimundo de Madrazo y Garreta

La Lectura (Aline Masson)

c. 1880-1885
  • Óleo sobre tabla

    45 x 56 cm

    CTB.1998.77

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Desde que el joven Raimundo de Madrazo quedara deslumbrado por la bellísima hija de los porteros de la residencia parisina de los marqueses de Casa Riera, a quienes solía visitar con otros amigos pintores, Aline Masson se convirtió en la modelo favorita y casi exclusiva del artista, protagonizando a partir de entonces la inmensa mayoría de los cuadros de tipos y costumbres suministrados por Raimundo de Madrazo a sus marchantes, y difundidos por el mercado internacional.

En efecto, el sensual rostro de Aline, de piel tersa y nacarada, la mirada intensa y profunda de sus grandes ojos, la sutil provocación de su gesto, chispeante y desenfadado, capaz de transformar su melancólica ternura en irónico descaro, sedujeron por completo a Raimundo, que convirtió su rendida atracción por Aline en una verdadera obsesión –cuanto menos pictórica–, reproduciendo su rostro incansablemente durante muchos años, hasta llegar a una total saturación del mercado de su tiempo con imágenes de la modelo en las más diversas indumentarias y actitudes que, por lo demás, eran demandadas con verdadera avidez por los coleccionistas de la aristocracia y la alta burguesía europea y americana, aficionados al arte de Madrazo.

Raimundo retrató a Aline Masson en diferentes formatos, que indican en cada caso intenciones bien diferentes del artista, y un grado también diverso de elaboración, aunque siempre con resultados plásticos realmente soberbios.

Así, además de las efigies de busto largo de la modelo, en las que aparece por lo general elegantemente vestida a la moda, y entre las que destacan las tituladas Aline Masson con mantilla blanca, Aline Masson vestida de negro, Felicitación de cumpleaños o Aline Masson con tocado de gasa, son muchísimo más frecuentes las representaciones de cuerpo entero de la modelo, vestida con trajes de distintas épocas, generalmente de máscaras, o en actitudes anecdóticas y curiosas, y en las que su figura es protagonista fundamental y absoluta de la composición, sin dejar apenas asomar el entorno espacial en que se desenvuelve; modalidad ésta favorecida por las preferencias del mercado de la época y bien representada en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza por el cuadro Travesuras de la modelo (p. *).

Finalmente, como variante de la anterior, Raimundo de Madrazo amplía en algunas ocasiones su campo de visión, y sin restar protagonismo a su modelo la envuelve en distintos ambientes, que acentúan considerablemente el carácter evocador de este tipo de obras de argumentos intrascendentes y pretensiones fundamentalmente decorativas, y dan oportunidad al artista para dar rienda suelta a sus extraordinarias dotes pictóricas, bien aprendidas de su cuñado e íntimo amigo Mariano Fortuny, dentro del preciosismo virtuosista puesto de moda en esos años y del que, junto con Martín Rico, formarían el gran triunvirato de maestros de este género en la pintura española y europea del último cuarto del siglo XIX.

El presente cuadro es un espléndido testimonio de esta última modalidad, algo menos frecuente en la producción de Raimundo. En él aparece Aline Masson tendida indolentemente en un diván, recostada sobre un grueso almohadón. Posa mirando al espectador en actitud abandonada, descansando de hojear un libro, que mantiene en el regazo. Vestida «a la española», luce mantilla de blondas y se envuelve en un mantón de manila carmesí, desplegando la amplia falda de su traje de raso blanco sobre el asiento. Tras ella puede verse un piano de pared junto a un estante, del que se han sacado varias partituras, algunas de ellas esparcidas encima del instrumento.

La pintura es un magnífico ejemplo del refinamiento técnico más exquisito de Raimundo de Madrazo, bien elocuente de sus excepcionales facultades y de su singular instinto decorativo, en los que residió buena parte del enorme éxito que gozó en su tiempo. Efectivamente, además del delicadísimo tratamiento de la figura de Aline, tanto en las carnaciones de sus brazos, la sombra de sus ojos o la minuciosa descripción de las sencillas joyas con que se adorna, como en las calidades táctiles de sus ropas, especialmente jugosas en las blondas o en los tornasolados del vestido, Raimundo demuestra su maestría absoluta en la descripción de los diferentes elemento del gabinete que contribuyen a crear la atmósfera íntima y reservada en que se ambienta la escena. Así, detalles como los brillos del mobiliario, las irisaciones del terciopelo del taburete, los dibujos de la alfombra o la pátina amarillenta del marfil de las teclas usadas del piano, dan buena cuenta de la capacidad de observación de este maestro hasta en los detalles más accesorios. Por otra parte, resulta también especialmente significativo su sentido decorativo al incluir dos almohadones con decoración chinesca, testimonio por lo demás de la moda oriental que inundó Europa y especialmente París en el último cuarto de siglo y que de manera tan fundamental influiría en las artes de la época.

Por último, es curioso observar la utilización de algunos de estos elementos de mobiliario como objetos de atrezzo en cuadros de época pintados por Raimundo en estos mismos años. Tan sólo a modo de ejemplo, el espejo de abigarrada decoración vegetal que asoma encima del piano aparece con diseño prácticamente idéntico en los cuadros titulados Lección de música y Recital de guitarra, ambos ambientados en el siglo XVIII.

José Luis Díez