Ricardo Verdugo Landi
La llegada de las barcas
c. 1910–1920-
Óleo sobre lienzo
25 x 35 cm
CTB.1998.79
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Ricardo Verdugo Landi es uno de los mejores marinistas del centro pictórico malagueño. Su estilo combina el modelo de Emilio Ocón con el de Muñoz Degrain, interpretando el mar y sus costas desde la postura de modernidad que supuso la estética regeneracionista, propugnada por la Institución Libre del Enseñanza y la Generación del 98.
Su aportación al paisaje institucionalista consistió en la investigación de la luz de su Málaga natal, adscribiéndose con ella a la estética de la mediterraneidad. Con ello planteó otra mirada sobre el mar, la luz y el litoral malagueño; una visión imbuida de la sobriedad de la Escuela de Muros de Nalón y de los noventayochistas vascos, pero sin perder un átomo de su personalidad de lo local.
La llegada de las barcas es una obra concebida bajo esos planteamientos conceptuales, en este caso enriquecido con la narrativa que sugieren las barcas, que actúan a modo de elemento de contraste entre los valores estáticos de la roca y la casi inmovilidad del mar y el movimiento de las embarcaciones.
Pero hemos apuntado que Verdugo combina los dos intereses que se dan sobre el paisaje en el cambio de siglo y primeras décadas del XX. En su honestidad por el registro veraz del territorio, del ambiente y del espacio, no puede prescindir del efecto tonal. En esa búsqueda de la definición ambiental local, en Málaga, es indispensable codificar el tono a partir de la luz, entrando en juego, por ello, el recurso luminista.
Ortega dijo por aquellos años que al llegar a Málaga se entraba en el imperio de la luz. En ese momento concreto, en la ciudad, y desde los círculos oficiales, se está empezando a codificar una serie de claves que definieran a Málaga como el espacio edénico por el que tradicionalmente se había entendido a lo largo de su historia. Una de esas claves definidas era la luz brillante como sinónimo de calidad climática. Ésta es la luz que escoge Verdugo en su obra, la del característico «poniente», que despeja el cielo y lo convierte en una amplia bóveda de azul celeste que proyecta vitalidad y optimismo y que hace que el mar sea un espejo que devuelve la luminosidad extrema sobre los objetos o accidentes geográficos, haciendo que el verdadero tema de la obra sea la luz, por la eficacia de su tratamiento y en función de su materialidad a través del color y la mancha.
Hay un dato más en la obra para entender el pleno ejercicio de modernidad del autor, y es la identificación de las barcas. Se trata de jábegas, embarcaciones tradicionales malagueñas de origen fenicio que caracterizan el sistema de pesca local y personalizan la imagen de sus costas.
Cierta literaturización, la voluntad de identificación, escrupulosidad representativa e investigación científica sobre el territorio-espacio, así como cierta carga de contenidos emocionales expresados a partir de optar por una paleta en la que los tonos evocan sentimientos poéticos, hacen de esta obra un excelente ejemplo del paisajismo español de principios de siglo en clave de modernidad. Por estas razones, la obra se puede datar entre 1910 y 1920.
Teresa Sauret Guerrero