Maja y torero
Joaquín Domínguez Bécquer

Maja y torero

1838
  • Óleo sobre lienzo

    62 x 41,5 cm

    CTB.2000.42

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

  • Obra en préstamo

    Exposición: Los Bécquer, un linaje de artistas

    Museo de Bellas Artes de Sevilla

    Del 25 de noviembre al 15 de marzo 2026

Joaquín Domínguez Bécquer es uno de los más representativos pintores de la primera generación romántica sevillana y el más afortunado de la familia de artistas de este apellido, pues fue el que más vivió, sesenta y dos años, y el único que cosechó triunfos en vida.

El Quijote de los pintores, como le llamó el artista Mattoni por su carácter y por su figura, llegaría a gozar de la más alta estima e influencia en la sociedad sevillana de su tiempo como profesor, académico, preceptor de los hijos de los duques de Montpensier y conservador de los Reales Alcázares, entre otros cargos y prebendas. Mas, antes de su consagración como artista, debió abrirse paso en el difícil ambiente local practicando la pintura costumbrista junto a su primo José. En justa correspondencia, enseñaría después a su sobrino huérfano Valeriano. Ambos primos sentarían las bases del costumbrismo popular de claro acento sevillano en el que no faltaba la amabilidad murillesca, al tiempo que un dibujo definido y un entonado y suave colorido.

En 1838, Joaquín, que a la sazón contaba veintiún años de edad, ejecutaba esta obra y se convertía en el más caracterizado pintor sevillano del género costumbrista, pues tres años después moría su primo, a cuya práctica se había dedicado con fruición y monopolio. La seguridad en sí mismo y en su obra le hizo presentarse entonces –¿con este cuadro?– a la primera exposición del flamante Liceo Sevillano. Sus cuadros comenzarían a cotizarse pronto cuantiosamente, pues, al año siguiente recibía la ingente cantidad de 1.200 reales por uno vendido al marqués de la Motilla.

La obra en cuestión recurre a una atractiva iconografía que presenta dos prototipos andaluces pintorescos: el torero y la maja, cuyo encuentro tiene lugar en un mesón iluminado alternativamente de luces y sombras. Él, fumando un habano y exhibiendo con aplomo una galana postura; ella, con sonrisa insinuante y haciendo ademán de sacar una prenda para entregar al torero como talismán. Completa el conjunto la presencia de otras dos figuras en segundo plano y que también forman pareja: el picador agitanado, sombrero en mano izquierda y pica en la diestra, y la criada. Completa el ambiente típico de la estancia el cuadro mariano colgado en la pared.

El valor descriptivo de la obra viene abonado por la riqueza y el colorido de las indumentarias típicas, pudiéndosela considerar en rigor una pintura de trajes, mejor que de costumbres : la brillantez del traje de luces, el rosado capote, las zapatillas y montera negras, y las medias blancas del torero; así como el traje blanco y la mantilla negra de terciopelo y los zapatos de charol de la maja.

Gerardo Pérez Calero