Guillermo Gómez Gil
Paseo por el parque
1896-
Óleo sobre lienzo
36 x 45,5 cm
CTB.2002.7
-
© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Es probable que a partir de 1890-1891 Guillermo Gómez Gil se trasladara a Madrid, ya que aparece en los catálogos de las Exposiciones Nacionales con domicilio en la capital y su producción se empieza a llenar de obras con otros temas diferentes a las habituales marinas con las que se había iniciado en Málaga de la mano de su maestro Emilio Ocón.
Entre 1891 y 1896 se conocen de él escenas en las que la figura centra sus composiciones, especialmente la femenina. Mujeres ataviadas a la moda de la época, con recortados sombreros que llevan remates de flores y sutil velo que les cubre parcialmente la cara, generalmente de perfil y definidas mediante un contorno muy marcado que las aíslan del contexto en el que se desenvuelven. En ocasiones forman parte de una escena más compleja, como en la obra Paseo por el parque que nos ocupa.
La escena parece situada en el parque del Retiro madrileño y es expresión de un interés por registrar la cotidianeidad de una forma directa. El pintor se esfuerza por demostrarnos esa inmediatez del registro en la precisión con la que fija los movimientos, que se definen congelando el acto, como el que realiza la figura del primer plano, que aparece sorprendida en su caminar, marcando una acción que sugiere espontaneidad.
Si ponemos en relación esta obra con otra, propiedad del Ayuntamiento de Málaga, titulada Paseo en barca –posiblemente en el estanque del Retiro, según se desprende de la indumentaria de la pareja y del tipo de barca, aunque el autor intenta hacernos creer que están en el mar–, entenderemos que en Madrid Guillermo Gómez Gil se aventuró por un realismo muy moderado a partir de estudios de situaciones cotidianas. Dichas obras invitan a pensar en el ejercicio por retener el natural, aunque no se esconda la inercia de la recomposición, al mezclar imágenes que trasladan la escena a una situación inventada.
No es el caso de Paseo por el parque, pintura en la que el autor se esfuerza por convencernos de una realidad compuesta mediante plantillas formales, que da como resultado una obra amable, en la línea de la veracidad pero con poca soltura en la resolución, aunque sí muy expresiva y con partes realmente bien ejecutadas, como puede ser la de esos árboles que arropan a las figuras desde la zona derecha y que nos invitan a valorar las cualidades de Gómez Gil como paisajista.
La paleta es también nueva, ya que sus habituales marinas no le permitían barajar muchos más tonos que los tierras de las costas, los fríos del mar y del cielo y los cálidos de las horas lumínicas elegidas, una controlada gama que siempre debe aparecer entonada y coordinada. Sin embargo, en esta obra y en otras similares que realizó durante esos años madrileños, la paleta varía y se enriquece atreviéndose con sugerentes manchas rojas a las que se oponen las oscuras, planteando un contraste cromático más osado que el de sus amables marinas.
Teresa Sauret Guerrero