Eugenio Lucas Villaamil
Recepción en el pueblo
s.f.-
Óleo sobre lienzo
38 x 56 cm
CTB.2003.18
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© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
Eugenio Lucas Villaamil nos presenta una escena de género en la que perpetúa una temática que se inicia con el siglo a través de la mordaz mirada de Goya. Posteriormente, su padre, el pintor romántico Eugenio Lucas Velázquez, la desarrollará, pero ya desprovista por completo de la incisiva intencionalidad que le confería el genio aragonés. En esta obra el autor aporta un tratamiento propio de su tiempo, el último tercio de la centuria y que se corresponde con el gusto burgués de la época, privilegiando lo trivial y accesorio. En la escena se trasluce cierta influencia de la plástica que pone en boga la pintura de casacón desde la década de los años setenta del siglo XIX y que el mismo Lucas Villaamil practica en parte de su producción.
Una estampa pintoresca, en la que el pintor nos hace partícipes de un acontecimiento de carácter protocolario y festivo. De tono popular, transcurre en una tarde a comienzos del otoño, como se puede inferir de las hojas que salpican el suelo del espacio en el que se desarrolla la acción, enmarcada a través de la parra que adorna la parte superior del lienzo y una arquitectura que refleja la humildad de la construcción en los vanos y el acabado de los paramentos.
La composición, muy escenográfica, se ve invadida por una procesión de personajes entre los que se aprecian actitudes, prendas y expresiones de marcado contraste. Aislado y destacado frente al resto, se adelanta un hombre de mediana edad, vestido con capa azul de la que sobresalen las vistosas chorreras blancas de su camisa. Por la postura inclinada, parece presentar sus respetos ante una pareja igualmente elegante y bien ataviada, ella, completamente de blanco, le devuelve el saludo, mientras enlaza con su brazo el de su marido que, ufano y arrogante, parece actuar de introductor. El carácter festivo del encuentro y el dinamismo de la escena se transmiten únicamente a través de dos majos, que, de espaldas al espectador, se encuentran en primer término y uno de ellos agita el chambergo en señal de júbilo. Podría tratarse de la ceremonia de presentación previa a la celebración de la boda entre el recién llegado y la apocada muchacha que se encuentra tras la pareja protagonista, quien cubre su cabeza con mantilla blanca y en un gesto de timidez se prepara para esconder su rostro en ella.
La acción principal es acompañada por todo un catálogo de tipos sobre los que el artista se detiene de manera sumaria. De pincel nervioso, se sirve aquí de una paleta colorida y en ocasiones brillante para enfatizar la sensación festiva. Al mismo tiempo, a través de un hábil y marcadamente efectista manejo de la luz, desprende cierto aire de contención, realzando algunos personajes y dejando a otros en la penumbra de forma deliberada, como sucede con el supuesto pretendiente que, claramente, supera en edad a la joven casadera.
Lucas Villaamil ensaya con frecuencia las mismas figuras en distintas composiciones, de modo que podemos reconocer las actitudes de algunas de las presentes en este lienzo en otras obras del artista. Advertimos, por ejemplo, la clara similitud existente entre uno de los protagonistas del cuadro de casacón titulado Un bautizo que José Manuel Arnáiz identifica en la colección Vizoso de Madrid y el pretendiente que llega aquí al pueblo y que, vestido con otros colores, mantiene la misma postura y gestualidad, tratándose, probablemente, del mismo modelo. También encontramos en otras escenas a la dama vestida de blanco, así como al majo de espaldas con capa roja y manos hacia la espalda, tal y como se puede apreciar en Salida de los toros, lluvia (1885) de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
Lo festivo en la esfera de lo popular es uno de sus temas predilectos, con cierta frecuencia asociado al ámbito de la ceremonia. En concreto, el asunto del matrimonio y de la vicaría es abordado también en un lienzo de este título que se encuentra en la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, si bien en ese caso asistimos a una imagen de interior de la que se desprende cierto espíritu de recogimiento, muy distanciado del tono que nos propone aquí.
El trabajo de Lucas está desprovisto de cualquier otro propósito que no sea el meramente decorativo y se aproxima a los argumentos desde una mirada amable, carente de carga ideológica alguna. Muy acorde con el gusto de la clientela burguesa del momento, que demanda escenas de pequeño formato, de temática intrascendente y anecdótica, de sabor popular y estética colorista.
Asunción Cardona